La convivencia entre la arquitectura y la naturaleza

Uno de los temas de arquitectura que están muy en la vanguardia son los jardines verticales. Se han mostrado como una aplicación de lo vivo sobre una estructura inerte, dando nuevas posibilidades al mundo de la construcción. Pero ¿qué aporta el jardín vertical al edificio? En pocas palabras, este modelo de jardín contribuye a un mejor aislamiento y protección del edificio. Se ha probado en cubiertas verdes que el calor se ve reducido sobre el interior además de filtrar CO2 del aire y otros contaminantes. Es el mismo efecto que tendría sobre un jardín vertical, promoviendo la biodiversidad y mejorando el comportamiento energético.

En verano disponemos de un interior más fresco al reducir la radicación directa gracias al sustrato aplicado (como elemento de sombreamiento), y en invierno evita que el continuo golpear del viento enfríe la fachada. Es un modelo sostenible y económico del hogar que dejará ver nuevas posibilidades de futuro en las ciudades.

Esto tiene unos condicionantes, por ejemplo, en el tipo de vegetación que empleemos. Debe ser del entorno para estar adaptada al clima (ojo con la orientación) y que requiera un mantenimiento más sencillo. También tendremos en cuenta que este tipo de vegetación tendrá un crecimiento vertical, siendo válidas las plantas tapizantes.

Por último tenemos que tener en cuenta que las plantas tienen unas necesidades de riego, donde las autóctonas no tienen muchos requerimientos. Y una medida para ahorrar en el consumo de agua, es el almacenamiento del agua de lluvia en la cubierta sobre un depósito con el que regar.

Como vemos, el modelo de jardín vertical es una nueva posibilidad de futuro. Parece que regresamos a los “jardines colgantes de Babilonia”, donde el Edén crecía ante los ojos de quienes lo pudieron disfrutar, y si es posible, esta solución pronto dejará de ser futuro para ser la realidad de nuestras ciudades.